Un mal día para morir
UN MAL DÍA PARA MORIR
La muerte de un líder en un día trágico marcado con el ataque a las torres gemelas, muerte del senderista Abimael Guzman y de Alberto Fujimori, marcado por conspiraciones y decisiones que mezclan poder, corrupción y tragedia.

Escribe Óscar Vásquez: Periodista y exasesor presidencia
Mientras pasaban las horas surgió la idea de esperar a la medianoche para declarar su muerte oficial, era el 11 de setiembre, el mismo día que murió Abimael, el día de las torres gemelas en USA, la caída de Allende en Chile, en suma, un mal día para morir.
La verdad la conocían solo la familia y unos cuantos dirigentes de los más fieles. La lesión cancerígena en la lengua le había aparecido a principios de año, pero esta vez en la parte posterior, imposible de someter a una cirugía sin graves riesgos.
En febrero, el equipo médico que lo trataba, todos de la clínica Delgado, al mando del doctor José Carlos Gutiérrez, considerado el mejor oncólogo del país en cuello y cabeza, decidieron el tratamiento; quimioterapia alternada con radioterapia.
Esperaron que Fujimori recupere fuerzas y empezaron en mayo, todo parecía ir bien hasta que la caída con rotura de cadera cortó el tratamiento, era necesaria una operación para ponerle una prótesis. En agosto le realizaron un examen minucioso para determinar los efectos del proceso. La noticia era aterradora, si bien el tumor en la lengua se redujo casi a la mitad, el cáncer hizo metástasis en el pulmón.
Los médicos recomendaron parar el tratamiento porque notaron que sus defensas habían quedado muy disminuidas. Alberto no quiso ni escuchar esa posibilidad, Keiko respaldó la posición de su padre. La carrera electoral ya estaba complicada, el lagarto se había disparado en las encuestas y ninguno de los dos quería perder tiempo. Estaban ilusionados con una campaña juntos, padre e hija.
Fujimori preguntó por otras alternativas, le hablaron de un novedoso tratamiento de inmunoterapia, incentivar a su propio organismo a levantar sus defensas y combatir la enfermedad. Se entusiasmaron con la idea, el equipo médico empezó el proceso.
Su hijo Hiro desde Asia, seguía con atención las incidencias. El martes empezaron las dificultades, su respiración se volvió complicada, su corazón ya no tenía potencia. Llamaron a un médico de emergencia quien pidió trasladarlo a la clínica, ninguno de los dos aceptó, una noticia así caería como una bomba en las especulaciones políticas.
El Doctor le recetó sedantes que lo durmieron. La reacción a la inmunoterapia era la causa de su estado, solo un milagro lo salvaría.
A las dos de la tarde empezó el viaje sin retorno, atrás quedaba la promesa de Keiko de remover a Micky Torres y Lucho Galarreta, pedido de Fujimori ni bien piso la casa en libertad. Incluso amenazo con formar otra agrupación política. Para él era imperdonable lo que le hicieron a su adorado hijo Kenyi, quien peleó por el indulto en el 2017, no solo lo regresaron a Barbadillo por 7 años más, Kenyi terminó con una condena que le impide postular a cualquier cargo político. Keiko le había pedido unas semanas para el recambio.
Mientras pasaban las horas surgió la idea de esperar a la medianoche para declarar su muerte oficial, era el 11 de setiembre, el mismo día que murió Abimael, el día de las torres gemelas en USA, la caída de Allende en Chile, en suma, un mal día para morir.
El mensaje en X del abogado Elio Riera, quien no sabía nada de estas maquinaciones, los hizo saltar. El amigo de Fujimori anunció el fatal desenlace y les malogró el plan, los gritos destemplados rompieron la calma de velorio. Riera fue expulsado de la casa y prohibido de asistir a las honras fúnebres. A las 6 de la tarde comunicaron oficialmente el deceso.
Una muerte precipitada por la locura del poder, pudieron tenerlo un tiempo más a su lado. No les basta manejar el gobierno y a Dina desde las sombras. Lo quieren todo.